Tras la presentación a cargo de María de los Santos García Felguera, Víctor Iniesta Sepúlveda nos habló de Tomás Camarillo, fotógrafo de la provincia de Guadalajara, que ha sido el objeto de estudio de su tesis doctoral.
Tomás Camarillo (1879-1954) nació en Guadalajara, en el seno de una familia muy humilde, y desde muy pequeño tuvo que ayudar con su trabajo en el negocio familiar, un estanco. Aun así, la situación económica era muy mala, y muy joven tuvo que marchar a trabajar a Madrid, como repartidor de una tienda de ultramarinos. Allí se encontró cómo los madrileños se burlaban de Guadalajara, su tierra, entonces un espacio rural, empobrecido y aislado. Esos comentarios peyorativos fueron, años más tarde, el revulsivo para que aquel alcarreño utilizara la fotografía y el cine para reivindicar la riqueza cultural de su provincia y reforzar los vínculos identitarios de sus paisanos.
A su regreso a Guadalajara, en torno a 1902, Tomás Camarillo desempeña varios oficios: escribiente en un juzgado y oficinas municipales, emprendió un negocio de alquiler de instrumentos musicales, y finalmente montó un quiosco de chucherías en una plaza céntrica de Guadalajara. A partir de este negocio montaría otro de más entidad, una especie de bazar donde vendía radios, material fotográfico para aficionados, y material cinematográfico. Con este material, y con su capacidad de trabajo y de autoformación, se convirtió en fotógrafo, y comenzó a recorrer la provincia de Guadalajara, plasmando en fotografías su riqueza patrimonial, al tiempo que promocionaba e intentaba vender otros productos de su establecimiento, como la radio.
Tomás Camarillo fue un fotógrafo amateur autodidacta, emprendedor, con inquietudes culturales y comprometido con el cuidado del patrimonio. Con un método exhaustivo, reunió un gran repertorio visual que documentaba paisajes, vistas de pueblos y bienes culturales inmuebles, muebles e intangibles. Asimismo, se esmeró en divulgar sus creaciones: mostró sus fotografías en exposiciones y publicaciones elogiadas por la crítica, y exhibió sus películas en proyecciones que entusiasmaron al público. Incluso llegó a montar un museo con sus fotografías de la provincia, primero en su casa, y luego en la diputación. En esta tarea fue fundamental su amistad con el historiador Francisco Layna Serrano.